Álvaro de la Vega en MARCO
Con la muestra de Álvaro de la Vega, la serie de exposiciones METRÓPOLIS, comisariada por Rubén Martínez Alonso, llega a su tercera etapa. Este ciclo nació con un doble objetivo: hacer un viaje al pasado, al Vigo de los años veinte, cuando se estrenó en la ciudad la película de Fritz Lang Metropolis; y al tiempo ofrecer una visión del panorama
artístico gallego actual. El proyecto comprende una serie de exposiciones individuales,
como visión del presente, y una parte común a todas las muestras, como referencia del
pasado.
METRÓPOLIS. Perspectiva urbana del arte gallego
El proyecto está concebido en dos áreas claramente diferenciadas, tanto en el montaje
como en contenidos, distribuidas en los espacios de la primera planta: por una parte, la
correspondiente al pasado, representada por unas salas en las que, a partir de la
referencia u homenaje al film Metropolis, se procura recrear el ambiente de la ciudad de
Vigo en esas décadas iniciales del siglo XX, mediante planos e imágenes de arquitectura
vanguardista, fotografías y documentos de época, junto a mobiliario, objetos, vestuario
y piezas decorativas de estilo art déco. En esta tercera entrega del ciclo, la parte general
se centra especialmente en la era de las grandes exposiciones universales e industriales
y su reflejo en el Vigo de los años cuarenta, junto a ejemplos de arquitectura de
posguerra y fotografía histórica gallega.
ÁLVARO DE LA VEGA. El Árbol de la vida
Bajo el título El Árbol de la vida, la muestra reúne un buen número de piezas escultóricas procedentes de la colección del artista que conforman la gran instalación, producida específicamente para este proyecto, que da nombre a la exposición.
En línea con los objetivos y características de este ciclo, se busca una contextualización
de la obra en función de las características, dimensiones, iluminación y posibilidades de
deambulación en el espacio.
Álvaro de la Vega concibe El Árbol de la vida —la presentación en el MARCO de un
montaje escultórico en el que el artista lleva trabajando una década— como una sola
obra, una idea esencial materializada en una única pieza, compuesta por unos 375
individuos.
El Árbol de la vida constituye, sin duda, uno de los principales arquetipos o mitemas de las grandes mitologías. Además, la inherente sacralidad del concepto se enraíza en —o entronca con— una larga tradición filosófico-religiosa, que funde en abrazo las civilizaciones de Oriente y Occidente. Alquímica piedra filosofal, elixir de la eterna juventud, el Árbol de la vida simboliza para el catolicismo aquella incólume humanidad, la de unos hombres y mujeres sin mácula, ajenos todavía a ese maldito pecado original que precipitará su caída. Sus frutos: el pan y el vino, especies éstas que, mediante la transubstanciación operada durante la consagración eucarística, se convertirán en cuerpo y sangre de Cristo.
Pero, el Árbol de la vida de Álvaro de la Vega posee una apariencia que dista mucho de la que podía presentar aquel otro árbol del paraíso mencionado en el libro del Génesis. Porque el suyo es, en realidad, un árbol caído. Las ramas ya no arañan el cielo, diabólicamente confinado en la tierra. Sin embargo, Álvaro de la Vega decide no hacer leña del árbol espiritualmente caído. Y así, su hacha golpeará con saña una madera en cuyo duramen se esconde el pecado original, asumiendo casi el papel de un verdugo que ejecutase, por mandato divino, un castigo ejemplar: desenmascarar a los responsables de la deturpación de la humanidad.
La escultura en madera. Álvaro de la Vega
La madera es para Álvaro de la Vega mucho más que una simple alternativa. Es la substancia idónea, el material óptimo, la materia prima perfecta para la transformación. Consustancial. Por nacimiento, vivencias y cultura. Un contexto en el que la madera participa, con divina omnipresencia y desde la infancia, en las actividades humanas. Donde los niños la manipulan hasta construir con ella sus propios juguetes. Vertebral. Pues solo a través de sus anillos podrían circular las ideas fundamentales. El parentesco se va estrechando, intensificándose los afectos.
Consanguínea. Y henchida, ganando tridimensionalidad, dominando el espacio, asaltando al espectador con toda su lígnea naturaleza.
El material, primero. Siempre. Inerte. Y el artista, el espectador, el recorrido, la idea y la vida, después. Cortes que son las líneas de un dibujo que, flotante, testimonia el proceso, el cortejo, la cópula y el parto. Pues así de honesta resulta siempre la relación entre la madera y el hacha, herramienta principal en los esponsales.
Museo de Arte Contemporáneo de Vigo
Rúa do Príncipe, 54, 36202 Vigo, Pontevedra