giacometti en el museo del prado

Giacometti  uno de los artistas más influyentes del siglo XX

El Museo del Prado, en el marco de la celebración del Bicentenario, con la colaboración de la Comunidad de Madrid y la Fondation Beyeler y el apoyo de la Embajada de Suiza y el Grupo Mirabaud, presenta “Giacometti en el Museo del Prado”, uno de los artistas más influyentes del siglo XX, quien concebía el arte como un único y simultáneo lugar de confluencia del tiempo pasado y presente. Aunque nunca viajó a España, asistió en 1939 a la exposición Chefs-d’œuvre du Musée du Prado celebrada en Ginebra, donde habían sido trasladadas gran parte de sus colecciones durante la Guerra Civil Española.  En esa exposición se encontraban representados varios de los pintores predilectos de Giacometti, como Durero, Rafael, Tintoretto, El Greco, Goya o Velázquez.

Carmen Giménez, su comisaria, concibe la exposición como un paseo póstumo, donde las esculturas del artista, transitan por las galerías principales del Prado. Las 20 obras expuestas -18 esculturas y dos óleos- proceden de colecciones públicas y privadas nacionales e internacionales.

El recorrido empieza en la sala de Las meninas de Velázquez, continúa frente a Carlos V en la batalla de Mühlberg de Tiziano, en proximidad al Lavatorio de Tintoretto, discurre junto a la obra del Greco y contrasta con los cuerpos colosales representados por Zurbarán en su serie de Hércules.

Uno de los fenómenos más llamativos en los doscientos años transcurridos desde la apertura del Museo del Prado ha sido su progresiva conversión en lugar de peregrinaje de los artistas de vanguardia. De Courbet a Bacon, pasando por Manet, Degas, Whistler o Picasso, su visita al Museo marcó un antes y un después en su trayectoria artística. Ha habido, no obstante, destacadas ausencias, y quizás ninguna tan notoria como la de Giacometti, a quien está dedicada esta singular exposición. Un artista que concebía el arte como un único y simultáneo lugar de confluencia del tiempo pasado y presente, y, sus creaciones avalan hoy aquí la atemporalidad de la figura humana como modelo de representación para el arte de todos los tiempos.

Hijo de un destacado autor posimpresionista suizo, Alberto Giacometti (Borgonovo, 1901-Chur, 1966) empezó a dibujar con avidez desde niño y a realizar, en la mayoría de los casos a partir de reproducciones, copias no solo de los maestros antiguos, sino del arte de todos los tiempos y culturas. Continuó esta labor durante su formación en París, ciudad a la que se trasladó en 1922, y a lo largo de toda su vida, como atestiguan sus cuadernos.

Alrededor de 1930, Giacometti se adhirió al movimiento surrealista, sustituyendo progresivamente en su obra «lo real por lo imaginario». No será hasta 1934 cuando vuelva a servirse de un modelo en sus composiciones, lo que desembocará en su ruptura con el surrealismo. Este empeño por “reflejar” lo real lo aisló en cierta forma del arte de su tiempo y lo vinculó inexorablemente al pasado.

Es fundamentalmente a partir de 1945 y hasta su muerte en 1966 – período representado en la exposición del Museo del Prado – cuando su práctica se centra en la representación de la figura humana, sobre todo de sus seres más cercanos, y se observa en su obra una búsqueda infatigable de lo real que pretende trascender la apariencia meramente superficial de sus modelos. Una obsesión que se hace más patente todavía en la radicalidad de sus retratos posteriores a la II Guerra Mundial, cuya terrible experiencia influyó definitivamente al artista, como demuestran las obras aquí reunidas. 

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